viernes, 20 de junio de 2008

LA PERSPECTIVA DEL SIERVO

No cabe duda que en la actualidad el término “ministro” tiene una connotación muy diferente al original neotestamentario. En nuestros días esta palabra designa a alguien con cargo y autoridad reconocida, mientras que en el Nuevo Testamento tiene la implicación simple de “servidor”.

Desde luego, la mejor interpretación es la que se mantiene más cerca del original. En el griego bíblico la palabra usada es “doulos”, y con ella se designaba a las personas que estaban bajo la dirección de un amo o señor y a cargo de los diferentes oficios de la casa o hacienda. Su condición de vida era extrema pues lo natural era que trabajaran de manera continua y sin esperanzas de consideraciones especiales. A nuestros ojos modernos esta era una situación abusiva, pero en aquellos días era lo común y corriente y nadie la consideraba fuera de lo normal. Tal apreciación es palpable en la lección que el Señor dicta en Lucas 17:7-10; el mismo Señor describe esa situación como lo normal para los hombres de sus días.

Esta es la perspectiva bíblica del término “siervo” o “ministro”, y sus implicaciones siguen siendo vigentes para el ministerio cristiano. Era así como se veía a sí mismo Pablo cuando se llamaba “siervo de Jesucristo”; y a esta perspectiva debe atenerse quien haya sido convocado al ministerio cristiano y haya dado una respuesta afirmativa a esa convocatoria. Por eso, es comprensible entender que el ministerio no es para todos sino para unos pocos que están dispuestos a asumir esta condición de sumisión a su Señor.

El siervo no determinaba nada sobre su servicio; todo lo decidía su señor. Tarea para hacer, horario, equipo, estrategia, etc., todo era decidido por el amo, quien solamente se limitaba a dar sus instrucciones cada día, coordinaba, guiaba y determinaba los ajustes necesarios, mientras que el siervo se dedicaba a ejecutar la instrucción que recibía. De ahí que uno de los términos griegos que se traduce como “señor”, la palabra “déspota”, haya tomado connotaciones negativas en nuestros días. Pero, evidentemente, eso era lo que se daba en aquellos días del primer siglo.

Desde luego, nuestro Señor no es de la clase abusiva que imperaba en aquellos tiempos; sin embargo, no por ello deja de ser cierto que debemos entender nuestra condición ministerial como una entrega incondicional a su gobierno. Estamos para hacer lo que él mande, cuando él lo mande y cuanto él lo mande. Si le damos al Señor lo que queremos o “podemos” darle y no lo que el manda darle; si hacemos lo que queremos o “podemos” hacer y no lo que el nos manda hacer; si lo hacemos cuando queremos o “podemos” hacerlo y no cuando el manda a hacerlo, y si lo hacemos cuanto queremos o “podemos” hacerlo y no cuanto Él manda a hacerlo, entonces no hemos entendido realmente nuestra condición de siervos y no estamos siendo verdaderamente ministros del Señor.

Dada la carga del compromiso adquirido al asumir el ministerio es comprensible reconocer que “no todos son capaces de recibir esto”, por tanto, a la hora de querer ejercer ministerio es bueno recordar que “el que anhela ministerio buena cosa desea, pero…”, es decir, se hace necesario que primero entienda las profundas implicaciones que tiene su anhelo y después si proceda a manifestar su deseo al Señor.

2 comentarios:

E. Alexander V. Morea dijo...

Nelson,
El término "ministro o siervo" tal y como se llegó a pensar en el primer siglo nos trae muchos problemas. Quiero dejar algunos de ellos en este comentario.
1. ¿Ser esclavo es, en algún sentido, lo mismo que seguir a Jesús? ¿Seguir a Jesús implica una renuncia total a lo que uno es y cree? ¿Es en verdad así? o ¿Es el ideal que hemos formado fruto de las enseánzas de nuestra tradición puritana?
2. ¿Será que el hecho de ser "doulos" es una aspiración que tiene que ver con la misión de la iglesia, más que en una categoria ontológica de los seguidores de Jesús? Es decir, ¿No será que Dios quiere que nos identifiquemos con los esclavos, explotados y marginados, más que digamos ahora que lo que Dios quiere es que seamos esclavos "espiritualmente"?

Nelson Beltrán dijo...

Gracias por la participación. Siempre es bueno ver que alguien llega y aporta. Las preguntas son muy válidas y requieren consideración. Solo un apunte, la intención céntrica del artículo es la de evaluar la tarea ministerial más que la de apuntalar una mala práctica social.